Publicamos hoy viernes 22 de julio, festividad de Santa María Magdalena, un artículo publicado en L’Osservatore Romano, titulado «Apostolorum Apostola», de Mons. Arthur Roche, Arzobispo Secretario de la Congregación para el Culto Divino.
“APOSTOLORUM APOSTOLA”
Por expreso deseo del Santo Padre Francisco, la Congregación
para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos ha publicado un nuevo
decreto, con fecha 3 de junio de 2016, -solemnidad del Sagrado Corazón de
Jesús-, con el que la celebración de Santa María Magdalena, hasta ahora memoria
obligatoria, será elevada en el Calendario Romano General al grado de fiesta.
Esta decisión se enmarca en el actual contexto eclesial que
quiere reflexionar más profundamente sobre la dignidad de la mujer, la nueva
evangelización y la grandeza del misterio de la misericordia divina. Fue san
Juan Pablo II quien dedicó una gran atención no sólo a la importancia de las
mujeres en la misión del mismo Cristo y de la Iglesia, sino también, y con
especial subrayado, al papel especial de María de Magdala como la primera
testigo que vio al Resucitado y la primera mensajera que anunció la
resurrección del Señor a los apóstoles (cfr. Mulieris dignitatem, n. 16).
Esta importancia continua hoy en la Iglesia, -tal como
revela el empeño actual de una nueva evangelización-, que quiere acoger a todos
los hombres y mujeres de cualquier raza, pueblo, lengua y nación (cfr. Ap 5,9),
sin distinción alguna, para anunciarles la buena noticia del Evangelio de
Jesucristo, acompañarles en su peregrinar terreno y ofrecerles las maravillas
de la salvación de Dios. Santa María Magdalena es ejemplo de una verdadera y
auténtica evangelizadora, es decir, de una evangelista que anuncia el gozoso
mensaje central de la Pascua (cfr. Oración colecta del 22 julio y nuevo
prefacio).
El Santo Padre Francisco ha tomado esta decisión
precisamente en el contexto del Jubileo de la Misericordia para significar la
relevancia de esta mujer que mostró un gran amor a Cristo y fue tan amada por
Cristo, como afirman varias veces Rabano Mauro al hablar de ella (“dilectrix
Christi et a Christo plurimum dilecta”: De vita beatae Mariae Magdalenae,
Prologus) y san Anselmo de Canterbury (“electa dilectrix et dilecta electrix
Dei”: Oratio LXXIII ad sanctam Mariam Magdalenam). Es cierto que la tradición
eclesial in Occidente, sobre todo después de san Gregorio Magno, identifica en
la misma persona a María de Magdala, la mujer que derramó el perfume en casa de
Simón, el fariseo, y la hermana de Lázaro y Marta. Esta interpretación continuó
e influyó en los autores eclesiásticos occidentales, en el arte cristiano y en
los textos litúrgicos relativos a la Santa.
Los Bolandistas expusieron ampliamente el problema de la
identificación de las tres mujeres y prepararon el camino para la reforma
litúrgica del Calendario Romano. Con la puesta en práctica de esta reforma, los
textos del Missale Romanum, de la Liturgia Horarum y del Martyrologium se
refieren ya a María de Magdala. Lo que es cierto es que María Magdalena formó parte
del grupo de discípulas de Jesús, le acompañó a los pies de la cruz y, en el
jardín donde se encontraba el sepulcro, fue la primera “testis divinae
misericordiae” (Gregorio Magno, XL Hom. In Evangelia, lib. II, Hom. 25,10). El
Evangelio de Juan relata que María Magdalena lloraba, porque no había
encontrado el cuerpo del Señor (cfr. Jn 20, 11); y Jesús tuvo misericordia de
ella al darse a conocer como su Maestro y transformar sus lágrimas en gozo
pascual.
A este propósito, quisiera señalar el contraste entre las
dos mujeres presentes en el jardín del paraíso y en el jardín de la
resurrección. La primera, difundió muerte donde había vida; la segunda, anunció
la Vida desde un sepulcro, lugar de muerte. Así lo indica el mismo Gregorio
Magno: “Quia in paradiso mulier viro propinavit mortem, a sepulcro mulier viris
annunciat vitam” (XL Hom. In Evangelia, lib. II, Hom. 25). Más aún, es
precisamente en el jardín de la resurrección donde el Señor dice a María
Magdalena “Noli me tangere”. Es una invitación dirigida no sólo a María, sino
también a toda la Iglesia para entrar en una experiencia de fe que supera toda
apropiación materialista y aprehensión humana del misterio divino. ¡Es un
acontecimiento eclesial! ¡Una buena lección para todo discípulo de Jesucristo:
no buscar las seguridades humanas y los títulos de este mundo, sino la fe en
Cristo Vivo y Resucitado!
Precisamente porque fue testigo ocular de Cristo Resucitado,
fue también, por otro lado, la primera en dar testimonio de él ante los
apóstoles. Cumple el mandado del Resucitado: “Anda, ve a mis hermanos y diles…
María la Magdalena fue y anunció a los discípulos: He visto al Señor y ha dicho
esto” (Jn 20, 17-18). De este modo se convierte, como ya hemos indicado, en
evangelista, es decir, en mensajera que anuncia la buena noticia de la
resurrección del Señor; o, como decía el mismo Rábano Mauro y Santo Tomás de
Aquino, en “apostolorum apostola”, porque anuncia a los apóstoles lo que a su
vez anunciarán ellos por todo el mundo (Rábano Mauro, De vita beatae Mariae
Magdalenae,c. XXVII; S. Tomás de Aquino, In Ioannem Evangelistam Expositio, c.
XX, L. III, 6).
Con razón utiliza el Doctor Angélico este término para
aplicarlo a María Magdalena: ella es testigo de Cristo Resucitado y anuncia el
mensaje de la Resurrección del Señor, como el resto de los Apóstoles. Por eso,
es justo que la celebración litúrgica de esta mujer adquiera el mismo grado de
fiesta dado a la celebración de los apóstoles en el Calendario Romano General y
que se destaque la especial misión de esta mujer, que es ejemplo y modelo de
toda mujer en la Iglesia.
+Arthur Roche
Arzobispo Secretario de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de
los Sacramentos.