El paso del Calvario, también conocido como de San Juan y la
Magdalena, es quizás, el conjunto procesional más genuino de la Semana Santa de
Cantillana. No responde a ningún pasaje evangélico
sino que surge ante la necesidad de
reunir varios de los pasos que formaban el cortejo en uno solo. En los orígenes
la Cofradía salía con varios pasos o pequeñas andas, el Triunfo de la Santa
Cruz, con el madero del cual pendía el sudario y las escaleras, sobre una peña
o “Calvario” que terminaría dándole nombre a todo el conjunto del que hablamos;
el paso de San Juan Evangelista, el Santo Sepulcro y la Virgen de la Soledad;
posteriormente en 1722 se suma el paso de la Magdalena, llegando a contar con
cinco pasos.
Antiguo Paso del Calvario en una de sus ultimas salidas. |
En el Calvario, se reunieron tres de estos pasos formando
uno solo y consiguiéndose así un bello conjunto de encantadora personalidad y
genuinamente cantillanero. Sobre la canastilla se ubica el Triunfo de la Santa
Cruz o Calvario propiamente dicho, compuesto por la antigua cruz arbórea, (muy
probablemente la contratada en 1583 a Juan de Santamaria), La Cruz tiene como
base una peana o recreación del monte Calvario de base rectangular compuesta
por un molduron curvo sobre el que se sitúa la peña o monte con piedras y
tallos de flores, muy posiblemente de la misma época. La cruz se remata con
artísticas y antiguas cantoneras y cartela con el Inri, todo ello de plata.
Tras la cruz se colocan las dos escaleras utilizadas por los Santos Varones
para descender el cuerpo del Señor, y de sus brazos cae el sudario, contando
con varios, destacando uno de encajes de finales del siglo XIX.
La Cruz vacía es el símbolo por antonomasia de la Soledad de
María y por extensión de la Cofradía, simboliza también la Resurrección de
Cristo. La liturgia del Viernes Santo ordena que la Santa Cruz sea adorada,
haciéndose ante la misma genuflexión, por ello antaño, cuando pasaba el
Calvario por las calles, los fieles adoraban la Cruz, como consta por
testimonios de los más mayores.
Delante del Calvario, al lado derecho se encuentra la Imagen
de San Juan Evangelista, mientras que a la derecha, Santa María Magdalena,
ambas son tallas para vestir del siglo XVIII, son los apóstoles de la Cruz, que
acompañan en el duelo a la Santísima Virgen, formando parte del Entierro de
Cristo que cada Viernes Santo rememora la Cofradía. La presencia del discípulo
amado y de la Magdalena en el paso propicia que también sea conocido como “el
paso de San Juan y la Magdalena”.
El antiguo paso del Calvario era de dimensiones más
reducidas, siendo portado por maniguetas, D. José Dorado Rico encargó en 1946
la breve canastilla de este paso, que aún conserva la Hermandad, siendo de
madera en su color con pequeñas columnas salomónicas doradas y apliques de
metal plateado con los evangelistas, símbolos de la cofradía y la propia imagen
de la Patrona, fue realizado por Francisco Luis Zambrano en Sevilla según la inscripción que se conserva en el interior del mismo: “lo hizo Francisco Luis Zambrano a la edad de 70. Sevilla a 24 de Marzo de 1946, mandado a hacer por D. José Dorado Rico vecino de Cantillana”.
En 1990, el encantador conjunto junto al Sepulcro, fueron sustituidos por un paso de grandes dimensiones con el cual se pretendió el fallido intento de un traslado al Sepulcro utilizando las imágenes del Señor, San Juan y la Magdalena y una nueva de José de Arimatea. La idea no llegó a fraguar, el pueblo siempre reclamó los pasos del Calvario y del Sepulcro que si contaban con el peso popular de la historia y la devoción. Después de tres años, en 1994, se prescindió definitivamente de la figura de José de Arimatea para hacer un intento de recrear los signos autóctonos de la Cofradía, de esta forma volvió a utilizarse la Santa Cruz aunque sin la peña y las imágenes de San Juan y la Magdalena a los pies, aunque de forma invertida a la tradicional, y delante el Cristo Yacente, a la espera de que se restaure su Sepulcro y vuelva a salir como siempre.
En 1990, el encantador conjunto junto al Sepulcro, fueron sustituidos por un paso de grandes dimensiones con el cual se pretendió el fallido intento de un traslado al Sepulcro utilizando las imágenes del Señor, San Juan y la Magdalena y una nueva de José de Arimatea. La idea no llegó a fraguar, el pueblo siempre reclamó los pasos del Calvario y del Sepulcro que si contaban con el peso popular de la historia y la devoción. Después de tres años, en 1994, se prescindió definitivamente de la figura de José de Arimatea para hacer un intento de recrear los signos autóctonos de la Cofradía, de esta forma volvió a utilizarse la Santa Cruz aunque sin la peña y las imágenes de San Juan y la Magdalena a los pies, aunque de forma invertida a la tradicional, y delante el Cristo Yacente, a la espera de que se restaure su Sepulcro y vuelva a salir como siempre.
En un histórico cabildo de carácter extraordinario,
celebrado el 26 de mayo de 2015, los hermanos por unanimidad, aprobaron la
recuperación del Paso del Sepulcro y la remodelación del Paso del Calvario; así
un grupo de hermanos especialistas en la materia fueron los encargados de
restructurar la canastilla del paso de misterio. El Viernes Santo de 2016, el
Calvario volvió a salir como siempre, aunque en el actual paso.
El proyecto, inconcluso, de remodelación de la canastilla,
consistió en su primera fase en la reducción de las medidas, dorado en oro fino
de algunas partes y los fondos marmóreos de todo el conjunto.
La canastilla de estilo neobarroco es rectangular, con
cartelas en el frontal, trasera y laterales. Toda la ornamentación está dorada
en oro fino sobre un fondo marmolizado, en la parte superior una filacteria con
la inscripción: “Dulce lignum, dulces clavos, dulce pondus sústinet.” Y “Ecce
lignum Crucis, in quo salus mundi pependit. Veníte adoremus.” (“Mirad el árbol
de la cruz, donde estuvo clavada la salvación del mundo” y “Dulce leño, dulces
clavos, dulce peso que sostuvo”). Sobre la canastilla, en cada esquina del
paso, candelabros de guardabrisas con cinco luces cada uno, en un futuro serán
dorados. Y en los medios de los laterales una jarra de metal plateado. La
parihuela se remata con una gran moldura, tallada con motivos vegetales y las
cuatro maniguetas.