sábado, 4 de abril de 2020

Sábado de Pasión

Hoy, la Virgen de la Soledad estaría en su paso de palio, ahora estaría vistiendo el manto de Juan Manuel Rodríguez Ojeda esperando el momento del Viernes Santo en que los últimos rayos del sol iluminaran su cara a las puertas de su ermita, y recorra las calles de Cantillana en un día tan esperado por todo el pueblo. Hoy la Virgen volvería a lucir el manto juanmanuelino que supone una de las joyas más significativas del patrimonio de nuestro pueblo, al que le sumamos su valor sentimental, bajo el manto nos acoge a los cantillaneros, lo hizo en la guerra cuando las madres de los soldados prendían en su manto las fotos de sus hijos, y ahora que no podemos verla, imploramos también su protección, que siempre nos tenga bajo los pliegues de ese su manto.
 Hoy es inevitable recordar aquellos versos tan entrañables que cada año recordamos el día de hoy y que magníficamente define el significado que tiene para nosotros el hecho de que la Patrona vista el manto de Juan Manuel, estos versos de Luis M. López Hernández para el pregón de nuestra Semana Santa de Manuel Vega Pablo en 2004, vuelve a emocionarnos y a recordarnos que hoy la Virgen se pone el manto de Juan Manuel:

Cuando la Virgen se pone
el manto de Juan Manuel
viste de luto con él
también nuestros corazones.
Porque sangra, a borbotones,
el negro hachón de la cruz,
y se nos muere Jesús
al par que nacen las flores.

Empiezan los estertores:
es Sábado de Pasión.
La palma grita en Sión
los hossanas triunfadores.
Bendito va entre clamores,
rosas de infantil candor,
el que en nombre del Señor
y por trono en borriquilla,
pasea, antes que en Sevilla,
por nuestras calles su amor.

La plata abraza la flor.
¡Brilla la cera encarnada!
Las túnicas, preparadas,
el esparto y el cartón.
Ritos de Miércoles, son,
que celebran nuestra fe.
Sangra el olor del clavel
y hasta la música llora
cuando viste la Señora,
el manto de Juan Manuel.

Se abre, puntual, a las diez,
el costado de su templo,
y un río lúgubre y lento,
mana en silencio de él.
¡Que muere y vive a la vez!
Y que su muerte es la vida.
Y todos los que le miran
alzado sobre la historia,
sienten la Misericordia
y la Caridad divinas…

Así por entre naranjos
en flor de la Plazoleta,
cuando la torre y la meta,
declinan lo negro en blanco,
del Miércoles cesa el canto,
y la cruz de la agonía,
hecha altar abre otro día,
con morados palio y manto,
que es Jueves de sol y Santo,
Consuelo y Eucarístia.

La pirámide encendida
para entronizar a Dios,
reverencia y oración,
nácar y plata batida.
La sangre empieza escondida
a salir con el sudor.
Y el odio tiene pudor:
aunque se acerca y te besa
y se sentará en tu mesa,
no comulgará Señor.

Lejos, el Llano, es clamor,
besan dintel los varales,
pidiendo Consuelo sale
la que consuela mejor.
En delirio de dolor
busca su Hijo a deshoras,
y se vuelve la Señora
con más pena todavía,
y las dos manos vacías:
las más bonitas de todas.

Porque otras manos traidoras,
crueles, sucias, negras… malas,
pagan, cobran, pegan, atan,
firman, flagelan, coronan,
y entre púrpura, a la aurora,
cargan al Manso Cordero
el pecado hecho madero,
que arrastra por Cantillana,
impregnando la mañana
su contraluz nazareno.

Tres clavos rasgan el cielo,
la muerte quiere triunfar
y con lanza atravesar
a la vida, como un velo.
Destapa la cruz el duelo
y se desnuda la fe
al ver a Dios descender
sus cinco llagas mostrar
y a la Soledad pasar
con manto de Juan Manuel.

El dolor la descompone,
es tarde del Viernes Santo,
envuelve su negro manto
también nuestros corazones.
Suenan los roncos tambores
y la pena se hace palio.
sepulcro, escala y sudario
y en la mente se te graban,
un llano de siete espadas
y el vacío del Sagrario.
Otro Sábado termina
la historia de esta pasión,
muere la flor del dolor
cuando las flores germinan,
la luz de la Pascua encima
arde en un hachón de fe,
nuestra esperanza es saber
que el Domingo Resucita
Y la Patrona se quita
El manto de Juan Manuel.