De Simeón la profecía
fue vuestro primer dolor,
cuando dijo que sería
perseguido el Redentor.
¡Oh, Virgen desconsolada!
Madre llena de dolor,
ya que sois nuestra abogada,
alcanzadnos el perdón.
© Fotos de Juan Ferrera Valle
De Simeón la profecía
fue vuestro primer dolor,
cuando dijo que sería
perseguido el Redentor.
¡Oh, Virgen desconsolada!
Madre llena de dolor,
ya que sois nuestra abogada,
alcanzadnos el perdón.
Anuncia el ángel glorioso
que a Egipto sin tardar
huyáis con Hijo y esposo
Virgen Madre singular.
Y así de Herodes frustrada
queda la persecución.
Ya que sois nuestra abogada,
alcanzadnos el perdón.
El niño Jesús perdido
vuestro pecho traspasó,
¡quién supiera arrepentido
pronto hallarle como Vos!
¡Oh, Virgen atribulada!
Madre llena de dolor,
ya que sois nuestra abogada,
alcanzadnos el perdón.
Al calvario se encamina
Cristo llevando la cruz
y al ver así tierna Madre
a vuestro caro Jesús,
os ponen acongojada
mi pecado y su aflicción.
Ya que sois nuestra abogada,
alcanzadnos el perdón.
A Jesús vuestro
consuelo
Hijo a quien tanto queréis,
con angustias excesivas,
por el hombre morir veis.
También Vos ¡oh, Madre amada!
compartís su cruel pasión.
Ya que sois nuestra abogada,
Alcanzadnos el perdón.
Del madero desclavado
el cuerpo del Redentor
herido y despedazado
contemplasteis con horror.
Los clavos, lanza y espinas
redoblan vuestro dolor.
Ya que sois nuestra abogada,
alcanzadnos el perdón.
alcanzadnos el perdón.
Aquella infinita ofensa
que al Dios eterno causó
del hombre el primer pecado
muriendo Jesús borró.
Con su muerte consumada
fue la humana redención.
Ya que sois nuestra abogada,
alcanzadnos el perdón.
Dolores de la Santísima Virgen, de Manuel Blanco Pino (Siglo
XX)