viernes, 14 de abril de 2023

Cantillana volvió a rendirse ante su Patrona el Viernes Santo


La mañana del Viernes Santo, las puertas del santuario de Nuestra Señora de la Soledad, abría sus puertas para que el pueblo de Cantillana en masa subiera a visitar a su Patrona dispuesta en su paso de palio. El Viernes Santo por la mañana, la Soledad ofrece una de las estampas más genuinas en la tradicional visita, los cirios de la candeleria de nuevo se vistieron con los nombres de aquellos que sufragan las velas como señal de promesa o gratitud.
Antes de las siete de la tarde, con un sol radiante, los cantillaneros vistieron sus mejores galas y se dispusieron a subir nuevamente al Calvario que es el templo de la Patrona, en la cúspide de la población para el esperado momento de la salida de la cofradía. La “Calzá” se convirtió de nuevo en punto de encuentro de todo un pueblo. De los habitantes de la población y de muchos que se fueron por distintas circunstancias, pero saben que el Viernes Santo tienen que estar con su Virgen y vuelven a su encuentro como hicieron sus antepasados. A las siete de la tarde la cruz de rocallas con manguilla negra y los ángeles de Juan de Santamaria aparecía en la puerta del santuario, antecedida del clásico muñidor con luctuoso atuendo tañendo con fúnebre sonido la antiquísima esquila de 1696.

Minutos después el paso del Calvario con la Santa Cruz, San Juan y la Magdalena salía por las puertas del templo, la Banda de Música Virgen de Linarejos de Linares seguía sus pasos con un repertorio de marchas fúnebres. La Verónica mostrando el paño con el rostro del Señor anunciaba la salida del paso del Sepulcro que este año presentaba la incorporación de cuatro relicarios que contienen reliquias del Santo Sepulcro, del Huerto de los Olivos, de San Sebastián y San Roque, le seguía el palio negro de respeto.
Las figuras alegóricas de las Virtudes Teologales (la fe, la esperanza y la caridad), representaciones de todas las hermandades locales, pastorales parroquiales, autoridades civiles y militares, y la corporación municipal portando la bandera de la villa acompañaron el Santo Entierro de Cristo en esta procesión oficial que cerraba la milagrosa imagen de nuestra Madre y Patrona en su paso de palio con los valiosos bordados de Juan Manuel Rodríguez Ojeda que brillaron a la luz del sol mientras sonaba el Himno Nacional, ante un pueblo emocionado ante la presencia de la Virgen a la que saludó con un gran aplauso. Seguidamente la Banda de Música Nuestra Señora de la Soledad interpretaba María Soledad, que Gabriel Ríos compusiera en honor de la Patrona, el pueblo cantó la letra de la marcha mientras que lentamente abandonaba el porche.
La Virgen de la Soledad, no lucia en esta ocasión la corona de Palomino con la que, una vez enriquecida con el oro de su pueblo, será coronada canónicamente, en su lugar llevaba la corona de plata que estrenó en 1922, con ráfaga del siglo XVIII, siendo donada por Felipe de Espronceda y su esposa, Amparo Aparcero, desde los años de 1940 no se repetía la estampa, de verla bajo palio con esta corona.

Numeroso público acompañó la procesión en todo momento, tras abandonar la Avenida de la Soledad, se adentró en el casco antiguo mientras la tarde iba cayendo, la cuesta del reloj ya de noche, fue uno de los momentos esperados, poco después, cuando faltaba unos diez minutos para la diez de la noche, la procesión entraba en la Parroquia de Nuestra Señora de la Asunción, donde se procedió a la adoración a la santa Cruz y el rezo del Credo y siete amarías por los dolores que padeció la Santísima Virgen.

Desprovista de representaciones y autoridades, la cofradía regresaba a su Santuario tras un breve descanso, las calles del barrio alto propiciaba momentos más íntimos, la marcha Margot de Joaquín Turina sonaba mientras la Virgen abandonaba la parroquia, Virgen del Valle, Soleá dame la mano o el Ave María de Caccini fueron algunas de las marchas que la Banda de nuestro pueblo interpretó tras l paso de la Soledad en este tramo del recorrido.

Pasadas las doce de la noche, rodeada de sus hijos la Virgen se adentraba en la calzá, para llegar sobre las dos de la madrugada a las puertas del santuario. Antes de la entrada se procedió a la “puja” de las maniguetas, una antigua tradición cantillanera que el pasado año llegó a protagonizar un artículo en Diario de Sevilla en la sección “reliquias de la provincia” de Diego Geniz. Pasando la Virgen el dintel del templo, se escuchaba la última saeta y seguidamente la marcha “la madrugá” servía de banda sonora mientras que el paso llegaba al crucero.

Terminaba así un Viernes Santo que, a las puertas del año de la Coronación Canónica, como siempre brillaba con el respeto y la intensidad que el pueblo de Cantillana vive uno de sus días más grandes y esperados.

N.H. J. Ángel Espinosa.