El pasado 15 de octubre, la imagen de la Santísima Virgen de la Soledad quedaba entronizada en su camarín después de haber concluido la restauración del mismo que se ha prolongado durante diecisiete meses. Un proceso de restauración que ha permitido devolverle todo su esplendor a este singular espacio del Santuario en el que se custodia y recibe culto la Patrona de Cantillana.
Es una obra de enorme importancia artística, tanto por su
envergadura técnica -aglutina arquitectura, yesería, tallas, dorado,
policromía, vidrieras- como por sus características estilísticas, siendo una
elocuente transición entre el espíritu barroco y las formas puramente
neoclásicas. Fue estrenado el 17 de febrero de 1794 en el contexto de profunda
reforma de la antigua ermita y la construcción de nuevos retablos y
decoraciones interiores, fue un proyecto tan ambicioso y homogéneo que todavía
hoy en día nos podemos preguntar cómo fue posible aquella gesta artística en un
pueblo de mediano tamaño. Para su decoración se utilizó un lenguaje neoclásico
marcado por los elementos florales, palmas, flores, laureles, guirnaldas, por
lo general en oro sobre fondos marmorizados al temple en un claro guiño al
estilo romano, descubierto en Pompeya en 1748. Los mármoles imitan un zócalo de
formas geométricas en colores rosa, pardo y gris, y los paramentos en mármol
gris, celeste y azul con decoraciones de cintas, tornapuntas y flores pintadas.
Se enriquece con un amplio repertorio de elementos de la pasión, distribuido por las puertas, y marcos de las portadas y mención aparte merece la singular peana, de gran altura y de corte circular, formada por cuatro ces sostenidas por ángeles con guirnaldas de flores. En la parte trasera, con el fin de iluminar la estancia y crear una atmosfera aurea a la imagen de la Virgen, hay se sitúa un gran ventanal cerrado con unas puertas que contiene unas interesantes vidrieras de la misma época. El acceso se efectúa mediante dos grandes escaleras, conservándose en todo el perímetro de una de ellas, un zócalo y portadas pintadas al temple imitando mármoles también de influencia pompeyana y cuya decoración se extendía antaño por todo el interior del templo.
La restauración se ha dilatado durante un año y medio y ha
sido llevada a cabo por un equipo interdisciplinar dirigido por N.H. Antonio
López Hernández. El objetivo partió de una investigación inicial donde se
descubrió la policromía original del camarín oculta tras cuatro capas
diferentes de repintes, se trataba ahora de recuperar la decoración original y
un concepto polícromo muy suntuoso perdido durante el siglo XX.
Toda la ingente labor restauradora perseguía restablecer un
aspecto lo más cercano posible al que tuvo está estancia a finales del siglo
XVIII; se ha procedido a retirar todas las capas de repintes en paredes y
dorados con ayuda de diferentes solventes en forma de gel; consolidación de
grietas, fisuras o faltas y su posterior recomposición volumétrica (en madera
si eran partes más grandes y pasta y estuco si eran más pequeñas) y por último,
reintegración cromática en marmorizados y dorado.
La peana de la Virgen también ha sido restaurada, se trata
de una suntuosa pieza de gran formato con cuatro ángeles atlantes, a la que se
le ha devuelto su altura primigenia al recuperar la base que había sido
retirada hace unas décadas.
En este proceso se han intervenido las vidrieras originales
de los tapaluces de la ventana y la reja de esta, colocándose una nueva ventana
de alta seguridad, y se han realizado nuevos marcos para las puertas y ventana.
También se ha atendido a la necesidad de iluminación nueva de esta obra, para
armonizar el conjunto y evitar cambios de temperatura.
Con su puesta en valor, este interesantísimo camarín tardobarroco, una de las muestras más singulares del patrimonio histórico artístico de Cantillana, ha recuperado su aspecto original, y más de doscientos años después sigue cumpliendo la función para la que fue concebido, la de custodiar la venerada imagen de nuestra Patrona.