lunes, 5 de febrero de 2018

La Virgen de la Soledad, vestida de hebrea

En estos días previos al comienzo de la Cuaresma, la Imagen de la Patrona de Cantillana ha sido ataviada con el atuendo conocido comúnmente como “de hebrea”. Se compone de saya de color Jacinto y manto azul, los colores que tradicionalmente se han asociado a la Virgen María, hasta la proliferación del blanco y azul celeste. Este tipo de indumentaria nace en la Sevilla de principios del siglo XX de las manos del genio del bordado, Juan Manuel Rodríguez Ojeda, proliferando a continuación por toda la geografía. La Virgen de la Soledad fue vestida excepcionalmente por primera vez de hebrea en 1963 para un estudio fotográfico, siendo ataviada por Fernand utilizando el traje y el manto cedido por la Esperanza de Triana. Tras ser vestida algún año en la década de 1990, en la Cuaresma de 2010 estrenó el actual conjunto con el que viste cada año por estas fechas desde entonces, abandonando el característico e iconográfico color negro que le es afín.






Dame tu mano, María, 
la de las tocas moradas. 
Clávame tus siete espadas 
en esta carne baldía. 
Quiero ir contigo en la impía 
tarde negra y amarilla. 
Aquí en mi torpe mejilla 
quiero ver si se retrata 
esa lividez de plata, 
esa lágrima que brilla.

Déjame que te restañe 
ese llanto cristalino, 
y a la vera del camino 
permite que te acompañe. 
Deja que en lágrimas bañe 
la orla negra de tu manto 
a los pies del árbol santo 
donde tu fruto se mustia. 
Capitana de la angustia: 
no quiero que sufras tanto.

Qué lejos, Madre, la cuna 
y tus gozos de Belén: 
- No, mi Niño. No, no hay quien 
de mis brazos te desuna. 
Y rayos tibios de luna 
entre las pajas de miel 
le acariciaban la piel 
sin despertarle. Qué larga 
es la distancia y qué amarga 
de Jesús muerto a Emmanuel.

¿Dónde está ya el mediodía 
luminoso en que Gabriel 
desde el marco del dintel 
te saludó: -Ave, María? 
Virgen ya de la agonía, 
tu Hijo es el que cruza ahí. 
Déjame hacer junto a ti 
ese augusto itinerario. 
Para ir al monte Calvario, 
cítame en Getsemaní.

A ti, doncella graciosa, 
hoy maestra de dolores, 
playa de los pecadores, 
nido en que el alma reposa. 
A ti, ofrezco, pulcra rosa, 
las jornadas de esta vía. 
A ti, Madre, a quien quería 
cumplir mi humilde promesa. 
A ti, celestial princesa, 
Virgen sagrada María.



Gerardo Diego