Después de tres años que por las inclemencias meteorológicas, no pudiese hacer Estación de Penitencia, nuestra cofradía volvía a recorrer las calles de Cantillana. Un viernes Santo donde de nuevo los cantillaneros de forma masiva acompañaron a su Patrona con el respeto y la devoción de siempre. Del Viernes Santo destacó la vuelta desde la iglesia durante la cual, la banda de música Ntra. Sra. de la Soledad, interpretó marchas de corte clásico y fúnebre, propio de la jornada. A las tres menos cuarto de la madrugada, tras la tradicional “puja”, la Virgen volvía a su Santuario.
Buscando hálitos de vida
viene cansada la Soledad,
de vuelta en la madruga.
Suspirando en cada esquina
viene buscando su Ermita
mientras sube la calza,
con la frente destemplá,
llorando y compungida.
Por una espada traspasá,
lleva su alma dolida
Simeón y su profecía,
el viernes se hace realidad
cuando vuelve apresurá
en la noche negra y fría,
por la boca se le va la vida
a esta Virgen de cristal.
Firme y segura al andar,
viene llena de melancolía
mientras el pueblo a la par
con ella sube la avenida,
más las penas se le olvida
cuando presiente al llegar
que el domingo se aproxima,
al ver la pascua reflejá
en el blanco de su Ermita.
Vuelve la Soledad de la Iglesia,
en la noche del Viernes Santo
y bajo su negro manto
todo se lo lleva con ella,
en la candelería de su paso
las vidas del pueblo lleva
escritas en unos lazos
que van clavados en la velas,
nombres de tantos hermanos
que al fundirse con la cera,
se depositan en sus manos
como un rosario de cuentas.
Vuelve la Soledad de la Iglesia
en la noche del viernes santo,
y bajo su negro manto
todo se lo lleva con ella,
se lleva las lágrimas y el llanto
del que la busca y la encuentra,
y el que para verla otro año
le pide salud y fuerzas,
se lleva la oración que reza
el silencio de unos labios,
o el ruidoso quebranto
de una compungida saeta,
y el piropo del soleano
que con ella se embelesa,
y se arremolina ante su paso
cuando ella viene de vuelta.
Vuelve la Soledad de la Iglesia
en la noche del viernes santo,
y bajo su negro manto
todo se lo lleva con ella,
se lleva el corazón
del que está lejos de su tierra,
que a Cantillana por devoción
el Viernes Santo regresa,
también se lleva el adiós
de una despedida con pena,
del enfermo que solo la vio
cuando pasó por su puerta
se lleva la alegría e ilusión
las peticiones y promesas,
y la esperanza dormida
del que en ella espera.
Vuelve la Soledad de la Iglesia
en la noche del viernes santo,
y bajo su negro manto
todo se lo lleva con Ella,
se lleva el vacío del Sagrario
con su puerta entreabierta,
porque Cristo está enterrado
y no existe la reserva,
se lleva el blanco sudario
la cruz y las escaleras,
y el cuerpo de Dios velado
por san Juan y la Magdalena,
se lleva la liturgia del morado
el luto y la penitencia,
el ayuno que se ha guardado
la cuaresma y la abstinencia.
Vuelve la Soledad de la Iglesia
en la noche del Viernes Santo,
y bajo su negro manto
todo se lo lleva con Ella,
se lleva la tristeza
y también la melancolía
del cofrade que lamenta
que la pasión se termina,
más nos deja la conciencia
con la que pronto se asimila
el nuevo ciclo que comienza
al apagarse su candelería,
pues se enciende la certeza
de que Cristo resucita
cuando la Virgen se adentra
en el camarín de su Ermita.
(Fragmento del pregón de la Semana Santa de Cantillana
de 2012, pronunciado por Jesús Cañavate Rodríguez)