“Todo lo muda la edad ligera, por no hacer mudanza en su costumbre”
evocadoras palabras que abrían el artículo de nuestra hermandad en la primera
revista Tiempo de Pasión, allá por el
año 1999. Retomamos el inicio de aquel memorable artículo titulado El correr del tiempo, que este año
adquiere una vigencia especial, ya que sus líneas reflexionaban sobre los
cambios que el inevitable paso del tiempo fue produciendo en la procesión y
elementos del Viernes Santo Cantillanero. Se hablaba de un cambio natural y
legítimo que fue configurando la esencia del Viernes Santo mantenida durante
siglos, con elementos, símbolos y actos muy arraigados en la tradición popular.
Sin embargo, también se abordaba aquellos cambios no originados por el
transcurrir temporal; de las modificaciones forzadas que no responden a la
evolución natural y nunca llegan a ser asumidas como propias por una
corporación y un sentir popular que goza de una historia forjada siglo a siglo,
en la que poco queda por inventar.
En nuestra hermandad todo está
escrito, todo está hecho, todo está esperando que el lento transcurrir del
tiempo y el sentido común reparen todo aquello que le es propio. Aún persiste
en la memoria de los cantillaneros estampas como el calvario, la inconfundible
silueta del sepulcro o sonidos como el estruendo de los judíos, en cambio, otros
factores identificativos se pierden en la memoria de siglos anteriores, como el
acto del descendimiento u otros elementos que fueron característicos de nuestra
cofradía.
Nunca es tarde en el seno de una
corporación histórica como la de la Patrona de Cantillana para hacer memoria y
revisión, volviendo a reincorporar y restaurar elementos definitorios de su
identidad. Nuestra hermandad, consciente de ello lleva años caminando en esta
dirección y centrando sus esfuerzos en restablecer su patrimonio histórico,
artístico y devocional. Los avances, reincorporaciones y restauraciones a lo
largo de estos años han sido numerosas, pero sin duda, la restauración y
reposición al culto de la Imagen del Santísimo Cristo Yacente, colma gran parte
de las aspiraciones de nuestra hermandad durante los últimos tiempos, llevando implícito
la puesta en marcha del mayor proyecto de recuperaciones históricas que nuestra
hermandad ha realizado en su historia reciente.
Esta valiosa imagen, que según
referencias documentales gozó de una profunda devoción en los orígenes de la
hermandad, fue perdiendo arraigo entre los devotos de forma paralela a su
deterioro. Durante los siglos XVI y XVII se focalizaba en torno a su efigie los
principales actos y cultos de la cofradía como el descendimiento de la cruz y
escenificación del entierro de Cristo durante la luctuosa procesión del Viernes
Santo, actos que el devenir del tiempo fueron suspendiendo y desterrando al
olvido. El deterioro y modificaciones en la imagen del Santo Cristo lo fue
privando de su función y aspecto original quedando relegado a un segundo plano
entre los titulares de la cofradía. La falta de atención y carencia devocional
a nuestro titular, se ha traducido en las últimas décadas en una
infravaloración de la imagen hasta el punto de plantear su sustitución por una
efigie moderna. Interesantes estudios y el constante interés de numerosos
hermanos, han puesto en valor la calidad artística y relevancia histórica de la
imagen del Santo Cristo del Sepulcro. La hermandad ha tenido a bien emprender
el ambicioso proyecto de su restauración y puesta en valor, recuperándose de
este modo la Imagen de Cristo más antigua de cuantas procesionan habitualmente
en nuestro pueblo. De esta efigie se conserva el contrato de su hechura, siendo
una de las escasas imágenes de pasta preparada para el descendimiento datadas con fecha y autoría (Juan de
Santamaría, 1583). Con la intervención realizada, la imagen recobrará su
fisionomía llegando a rescatar su policromía original del siglo XVI, así como
su volumetría primitiva, muy alterada por diversas y desafortunadas
intervenciones. De todo ello quizás lo más relevante sea la restitución de las
articulaciones de los brazos, recuperando de este modo la función para la que
fue realizado. Ello permitirá la recuperación de la ceremonia del
descendimiento de la Cruz, acto que junto a la escenificación del entierro de
Cristo en el sepulcro fue durante varias centurias la razón de ser de la
cofradía; por ello su recuperación supone una de las actuaciones más
importantes en la historia de nuestra Hermandad, dado que simboliza la
restitución de las características más genuinas y significativas de la misma.
Con ella se rescatan también una
serie de elementos inherentes a esta antigua imagen que forma un
interesantísimo conjunto procesional del que sin lugar a dudas destaca el
valioso sepulcro en el que históricamente ha procesionado; antigua pieza muy
entrañable para los cantillaneros que incluso condicionó el nombre popular del
yacente como “Cristo del Sepulcro”. La imagen una vez restaurada, reincorporará
además el sudario textil o paño de pureza, la corona de espinas para las
ocasiones en que permanezca crucificado y la restauración de las antiguas
potencias de plata. La restauración del Sepulcro, que se encontraba en un
lamentable estado de conservación y abandono, sin duda supone otra de las
recuperaciones más destacadas y esperadas. El sepulcro rescatará su fisionomía
primigenia con imitaciones de carey y otros materiales nobles y pronto volverá
a albergar la Imagen de nuestro titular, función para la que fue concebido.
Junto a la imagen del Santo Cristo del
sepulcro se recuperan muchos de los elementos que históricamente han
configurado la esencia del Viernes Santo cantillanero, y poco a poco podremos
volver a escenificar aquel imponente y luctuoso cortejo procesional que los viejos
legajos custodiados en nuestro archivo nos describe. Durante los siglos XVII y
XVIII se menciona constantemente encabezando la procesión del Santo Entierro “la
Cruz con manguilla negra” junto a la campanilla, el calvario, tambores,…. La presencia de la manguilla
negra esta en el origen de la cofradía de la Soledad de Cantillana apareciendo
citado en numerosos documentos del s. XVII (Orden
de la cofradía de 1698). Atendiendo a estas referencias históricas, el
pasado año se recuperó la Cruz de manguilla para el cortejo procesional,
incorporando nuevamente después de varias centurias la característica pieza
textil, confeccionada actualmente en terciopelo negro con galones y estrellas
de plata. Esta bellísima pieza destinada a abrir la procesión, se trata de una
suntuosa Cruz de madera dorada en oro fino de estilo rocalla con incrustaciones
de espejuelos que sigue el mismo estilo que el Sepulcro, configurándose el
estilo rocalla como una de las señas de identidad de nuestra cofradía. A la
misma se le añadieron los dos ángeles de terracota que ejecutara en 1583 Juan
de Santamaría, volviendo estas singulares e históricas piezas a formar parte de
la procesión, como desde los orígenes más remotos de nuestra hermandad ya
hicieran.
Al
finalizar esta revisión, como si de una procesión del Viernes Santo se tratara,
nos encontramos con la inalterable presencia en el tiempo de la Santísima
Virgen de la Soledad. La imagen y la estética de nuestra Patrona también ha
evolucionado a lo largo de los siglos, perdiendo o incorporando elementos que
han ido configurando su identidad. Diversas recuperaciones se han producido
sobre la Virgen de la soledad como su determinada forma de vestir, elementos de
su ajuar histórico como sayas perdidas o la significativa estola pasionista; pero
sin duda uno de los aciertos hace ya varios años, fue la recuperación de la iconografía de la Virgen
de la Soledad con media luna. La pasada Semana Santa, incorporó a su ajuar una
espectacular media luna, regalo de su cuadrilla de costaleros. Esta valiosa
pieza de madera con partes doradas y cubierta
de plata cincelada, además
de ser una obra de arte original del siglo XVIII, mantiene un asombroso
parecido con la media luna que poseía la Virgen de la Soledad.
Al igual que abrimos, cerramos
nuestra reflexión con el último párrafo que ponía punto y final al interesante
artículo que por primera vez en nuestra historia reciente hacía una revisión
histórica del Viernes Santo y la cofradía de la Soledad en Cantillana, con la
satisfacción de haber hecho realidad muchas de las aspiraciones que entonces se
planteaban.
“A la Virgen de la Soledad, nuestra patrona excelsa, cuya devoción
parece inalterable al paso del tiempo, pedimos para que vele siempre por su
hermandad y su pueblo y nos dé la oportunidad de volver a conocer una procesión
del Viernes santo tal como Ella, la conmemoración litúrgico de la muerte de
Nuestro Señor Jesucristo y Cantillana, merecen.”
Revista Tiempo de Pasión, 2014.