miércoles, 4 de noviembre de 2009

Ajuar de la Santísima Virgen

La devoción constante del pueblo por su Patrona, promovió la donación de objetos destinados para aderezar la sagrada Imagen de la Virgen, así como la realización de piezas textiles y de orfebrería para ella. Pese a la desaparición de algunas piezas importantes del mismo, actualmente lo forma un importante número de piezas de valor artístico y sentimental.

Antes de profundizar en las obras que conforman el tesoro de la Virgen, habría que hacer mención a aquellas piezas que no nos han llegado a la actualidad, por ser substraídos como el famoso manto o la corona, o por haber desaparecido por causas desconocidas. Ya en 1583 se menciona la utilización de un manto para la Virgen, en color negro, alusivo al luto y a la Soledad de la Virgen, este color es el que siempre viste la Virgen como es costumbre, a excepción de la cuaresma cuando desde hace un tiempo se viene vistiendo de hebrea.

Una prenda muy importante en la vestimenta de la Imagen antaño era la toalla o sudario, que haciendo alusión al paño con que la Virgen, como signo de respeto, recibió en sus manos los emblemas de la pasión. Estas toallas a cuyo aderezo aluden continuamente las cuentas de la Hermandad, eran unos paños rectangulares de tela blanca, que como decoración anual recibían por manos expertas un blanqueado, un planchado y un almidonado, creándose multitud de líneas hasta conseguir diferentes dibujos geométricos, se solía recurrir para ello a las manos de monjas de conventos de clausura.

El manto y la saya desaparecidos a finales
del siglo XIX
Durante largas centurias, la estética de la Imagen fue la del luto de las grandes damas castellanas. Esta costumbre se remonta a mediados del siglo XVI, cuando la Reina Isabel de Valois encarga a Gaspar Becerra una Imagen vestidera de la Virgen de la Soledad. La Duquesa de Ureña sugirió que se visítese con el traje de viuda de las nobles castellanas, con austero vestido y manto negro y amplias tocas blancas que enmarcaba el cuello y caía sobre el torso. Esta costumbre se extendió rápidamente por toda España, vistiéndose de esta forma todas las representaciones de vestir de la Virgen Dolorosa.

En torno al ajuar de la Virgen, existen también durante los siglos XVII y XVIII una serie de aditamentos que forman parte armónicamente de la misma iconografía, son varias piezas, unas vinculadas a la representación de la Inmaculada Concepción y otras afines a la temática de la Mater Dolorosa durante el Setecientos. En un lugar preeminente se encuentra la media luna de plata que representaba la fase de la luna creciente, instalada a los pies de las imágenes marianas como forma de evocar su carácter concepcionista. Era una bella pieza labrada en 1763 por el orfebre Fernando Moreno y destruida en 1891 para la realización de un nuevo palio. El siguiente elemento lo configuraba la estola, pieza elaborada en terciopelo negro con sencillos bordados en oro y decorada con unos apliques argénteos con los motivos de la Pasión. Fue adquirida en 1756.

La misma prenda aparece reflejada en un precioso grabado fechable en la primera mitad del siglo XIX. La incorporación de un elemento litúrgico tan propio del sacerdote en la imagen de la Virgen, responde a una reflexión iconográfica sobre los dolores de María, que se generalizó durante la primera mitad del siglo XVIII, llegándose a representar como sacerdotisa que entrega a la víctima como alimento para el mundo. El desarrollo de tales atributos en las imágenes Dolorosas sevillanas, pudo verse definitivamente influido por la implantación de la Orden Servita en la capital, hacia 1720.

Manto de salida, Juan Manuel Rodriguez
Ojeda, 1898.
Poseía la Virgen de la Soledad dos coronas, según consta en el inventario de 1781, una da las cuales pudiera ser la que actualmente conserva de plata en su color (con canasto reformado a principios del siglo XX). En el primer tercio del siglo XIX le fue realizada otra presea en plata sobredorada por Manuel Palomino que actualmente usa para los cultos y salida procesional.

Antes de 1794, poseía la Virgen dos mantos de terciopelo negro salpicado de estrellas, ese año se sabe que estreno un riquísimo manto negro para la procesión de traslación a su Santuario. De este manto no se tiene más datos, tradicionalmente se ha relacionado con el que tiene puesto en las fotografías más antiguas aunque las características de este último no se corresponde con los diseños de fines del XVIII.

En la última década del siglo XIX, desaparece un rico manto de la Virgen con saya a juego que según tradición oral, llevaba bordado en el centro el escudo de los Condes de Cantillana. Este manto que se puede apreciar en las primeras fotografías de la Patrona, pudiese haber sido ejecutado a mediados del siglo XIX, pues mantiene similitudes con otros ejemplares de Patrocinio López, a la cual se le puede atribuir.

El manto de vistas es atribuido a Juan
Manuel Rodriguez Ojeda y a Patrocinio
López, siendo de finales del XIX.
Sobre 1890 vemos a la Virgen con otra saya, del tipo de acantos, que también desapareció y se ha recuperado gracias a una réplica exacta. La última pieza desaparecida del ajuar de la Virgen es la corona de plata sobredorada con ángeles de marfil que le fue impuesta el Viernes de Dolores de 1964 y que le fue sustraída en 1990.

Actualmente, comenzando con los bordados, la pieza más destacable del ajuar es el magnífico manto procesional, realizado por Juan Manuel Rodríguez Ojeda en 1898. La excepcional obra está considerada el primer manto realizado por Juan Manuel, sobre soporto de color negro, los bordados en oro y sedas de colores, forman un diseño simétrico que marte de un eje central en forma de "candilleri", en el que ya Ojeda aporta algunas novedades que después se repite en el emblemático manto camaronero de la Macarena.

El manto de vistas o de camarín que suele utilizar para los cultos principales data de finales del siglo XIX y mantiene una sorprendente semejanza en el diseño al manto de salida. Este manto fue utilizado para las salidas procesionales desde estos años finales del siglo XIX hasta 1929, al año siguiente estrenó el manto de salida actual.

Saya atribuida a las hermanas Antunez,
s. XIX
Se desconoce el autor de esta magnífica obra de bordado, tradicionalmente se ha venido atribuyendo indistintamente a Juan Manuel Rodríguez Ojeda y a Patrocinio López. De esta última, posee la hermandad una factura de la ejecución de un manto y traje para la Virgen fechada en 1891, época de ejecución de este manto cuyas características se alejan de la obra de esta bordadora mientras que es idéntica a las de Ojeda, sobre todo con el manto del Viernes Santo cuyas vistas son prácticamente idénticas. Sin duda es una de las piezas más características del ajuar de la Soledad, ya que lo ha lucido en infinidad de ocasiones, además con ese enigma que plantea su ejecución y la similitud con el manto grande. Sobre esta semejanza de ambos mantos, se publicó un artículo en la Revista Tiempo de Pasión de 2010.

La saya que habitualmente utiliza para las salidas procesionales está fechada en la misma época que el manto de vistas, es decir, a finales del siglo XIX, siendo de autor desconocido atribuyéndose a las hermanas Antúnez. También se ha puesto en relación con el traje que aparece en la factura de Patrocinio López. Es una saya de color negro, color habitual de la Virgen, bordada en oro a realce.
La saya de acantos, réplica exacta de una antigua
saya del siglo XIX, bordada por las hermanas Rama.


La antigua saya de acantos fue felizmente recuperada en el 2004 mediante una réplica exacta llevada a cabo por las hermanas Rama en Brenes realizada en terciopelo negro bordado en oro. La saya mantiene un elegante diseño asimétrico, en boga en las últimas décadas del siglo XIX, en el diseño tiene grandes hojas de acantos que le dan nombre popular a la saya.

Su estreno se produjo el Viernes Santo de 2004, habitualmente suele lucirla la Virgen para los Dolores Gloriosos y para el Septenario, con ella ha salió en procesión el 18 de diciembre de 2005 con motivo del nombramiento de Alcaldesa Mayor Perpetua de Cantillana y el Viernes Santo de 2009 y 2013.

Para diario en su camarín posee una saya con bordados de motivos vegetales formando una triangulo en la parte inferior de la misma, por lo que es conocida como saya del piquito. El autor de esta saya es desconocido aunque puede fecharse a comienzos del siglo XX.
Saya de principios del siglo XX y manto de camarín
bordado en oro.


Con la saya anterior suele lucir un manto negro bordado en oro por José González Villarreal y Dolores Gata Baños sobre 1970, posteriormente fue pasado a nuevo terciopelo y enriquecido con nuevas piezas. Este manto suele utilizarse para vestir a la Virgen desde la Inmaculada hasta el inicio de la Cuaresma.

También para diario tiene un terno compuesto de vestido y manto de color negro bordado con aplicación de lame de oro realizado en 1903 en Lisboa. Se dispone el dibujo en forma simétrica simulando el diseño de telas brocadas de manera que el bordado ocupa toda la superficie. El traje y el manto, fueron pasados a nuevo terciopelo en el taller de José Benito Molero López en el 2008. Con este terno se suele vestir a la Patrona durante Pascua y el verano.

Terno bordado con apliques de lamé en 1903.
Es característico de la Virgen de la Soledad el uso de cordones de oro para ceñir la saya en su cintura, aunque posee también dos cotillas bordadas, una por Carrasquilla en 1976 y otra de las hermanas Rama en 1998; para las celebraciones más señaladas y salidas procesionales se reserva un riquísimo y antiguo cordón de oro con grandes borlas en sus extremos, este cordón va enriquecido además con multitud de joyas donadas por los devotos como broches y anillos, así como una estrella militar.

Una de las piezas más emblemáticas que forman el tesoro de la Virgen es el cíngulo o estola de los atributos de la Pasión. Después de mucho tiempo sin usarse la Hermandad recuperó esta antigua pieza muy común durante el siglo XVIII entre las Dolorosas Sevillanas, en la que influyó la iconografía servita de la virgen como sacerdotisa de Cristo representándose de luto, con roquete blanco y estola con los símbolos del martirio. Esta valiosa pieza está elaborada en terciopelo negro bordado en oro con apliques en plata del siglo XVIII de los emblemas pasionistas. En el grabado del siglo XIX aparece la virgen con este hermoso cíngulo.

Cíngulo o estola de los atributos de la Pasión.

Vestido de hebrea de la Virgen.
No viste nunca la Imagen otros colores que no sea el negro, que forma parte de su iconografía, color del luto de la Madre Dolorosa al pie de la Cruz, reforzando también una iconografía consolidada y digna de tan antigua y señorial Imagen. Aun así, en 1963 para un reportaje fotográfico realizado por Fernand, es ataviada de hebrea a la forma sevillana creada por Juan Manuel Rodríguez Ojeda para la Virgen de la Hiniesta, y que adoptaron todas las Dolorosas durante la Cuaresma. Para ello fue vestida por el propio fotógrafo y reconocido vestidor sevillano utilizando la ropa de la Virgen de la Esperanza de Triana. A petición de los hermanos y donado por los miembros que formaban la Junta de Gobierno aquel año, en la Cuaresma de 2010, la Santísima Virgen estrenó su atuendo completo de hebrea.

El conjunto de hebrea de la Soledad de Cantillana es uno de los mejores de este tipo, se compone de un manto de terciopelo azul con vueltas en color beige, traje de terciopelo color purpura y un artístico cíngulo realizado con piezas antiguas, todo ello de extraordinaria calidad. Cuando se viste de hebrea, la Virgen lleva en sus manos un sudario de encajes y la corona de espinas tal como fue venerada durante siglos.

Corona de espinas y clavos para las manos de la Virgen,
Para la salida procesional del Viernes Santo y otros cultos solemnes, la Virgen porta en sus manos, completando su iconografía, una magnifica corona de espinas realizada en plata y compuesta por talos de espinas y flores pasionistas enriquecidas con piedras preciosas, junto a esta corona de espinas, porta los tres clavos del mismo material, todo ello fue ejecutado por Lucio Rodríguez García y donada por su familia, fue estrenada el Viernes Santo de 2015. Para otras ocasiones, luce la corona de espinas del Cristo Yacente, realizada en metal plateado.




Corona de plata sobredora de Palomino (siglo XIX)

De las coronas que posee la Santísima Virgen, la más valiosa es la que se reserva para las salidas procesionales y los cultos principales. Se trata de una bella corona realizada en plata de ley sobredorada, aunque tiene algunas zonas en el color de la plata. Esta corona es obra del afamado orfebre Miguel Palomino López en la primera mitad del siglo XIX.

Esta presea de estilo neoclásico mantiene el formato clásico de las coronas de las dolorosas andaluzas, es decir canasto con imperiales y ráfagas, las estrellas que orlan la ráfaga son una incorporación posterior. Con el tiempo se ha convertido en la corona característica de la Patrona, formando parte prácticamente del concepto iconográfico de la propia efigie. Similar a esta corona, son las de la Virgen de Montserrat, la de Regla y la del Socorro de Sevilla entre otras.

Corona de plata del siglo XVIII.

Para diario, tiene una corona de plata del siglo XVIII, que probablemente en un primer momento solo costaba del canasto e imperiales a los que posteriormente se le incorporó la ráfaga. Esta corona suele utilizarla la Virgen en el camarín, aunque también durante algunos años de principios del siglo XX salió en procesión con ella.

Tras la pérdida de la corona de Jiménez, se vio la necesidad de reemplazarla y se encarga una tercera corona que se utiliza también para el uso diario. Esta es de metal dorado y también se ejecutó en los talleres de Jiménez, fue estrenada en 1992 y la utilizó el Viernes Santo de ese año y algunos siguientes.

Medialuna de plata y madera dorada, del siglo XVIII.

A los pies de la Santísima Virgen se sitúa siempre la luna, que alude a la iconografía concepcionista y que ya formaba parte de la Soledad en el siglo XVIII. En 1763, el orfebre Fernando Moreno realiza una media luna de plata para la Patrona, está fue fundida para la reforma del paso de palio en 1898.

La medialuna que actualmente utiliza fue ofrenda de la cuadrilla de hermanos costaleros. Es una magnífica obra de la segunda mitad del siglo XVIII, en plata de ley y madera tallada y dorada que recuerda en su forma a la luna desaparecida, sobretodo en el querubín del centro de la misma con las alas desplegadas en el mismo sentido del desarrollo de la luna. Las puntas de la misma se rematan con sendos lirios dorados en oro fino de los que brotan las estrellas en plata de ley. El resto de la luna está recubierta de plata de primera ley a la que se le hizo una labor de repujado y cincelado, ya en el siglo XIX.
Puñal de plata sobradora con joyas sobrepuestas.

También forma parte de la propia iconografía de la Virgen el puñal o el corazón traspasado que indistintamente luce en el pecho. Destaca un bello puñal de estilo neobarroco de mediados del siglo XX realizado en plata sobredorada con engastes de piedras preciosas y enriquecido con joyas como algunos broches. El corazón con los siete puñales es de plata de ley, realizado en el año 2002.

Entre las innumerables joyas que los fieles han ofrecido a la Virgen, ocupa un lugar destacado las condecoraciones. En primer lugar la Medalla de Oro de la Villa de Cantillana que le concedió el excelentísimo ayuntamiento y le fue impuesta el 1 de mayo de 1996. En la misma se muestra las armas de la Villa realizada en oro, pendiente de una cinta con los colores de la bandera de España.

Condecoración militar en forma de estrellas, donación
del cabo Serafín Sastre.
También el ayuntamiento donó en el 2005 el bastón de mando, cuando fue nombrada Alcaldesa Mayor Perpetua de Cantillana. Es un rico bastón isabelino fechado en el siglo XIX con empuñadura de oro, lo suele portar un arcángel de plata de ley a los pies de la Imagen y solo lo luce para la salida procesional y los cultos principales.

Habitualmente luce dos estrellas que acompaña a la Virgen en la mayoría de las fotografías desde principios del siglo XX, se trata de una condecoración militar ofrecida según tradición oral por el célebre Serafín Sastre. Este cabo cantillanero fue gran devoto de la Virgen de la Soledad, y luchando en la guerra de Marruecos en 1922, estando en trance apuradísimo hasta el extremo de quedar fuera de combate el grupo que comandaba, invocó a la Virgen, cuyo escapulario llevaba en su pecho, adquiriendo la fuerza y el valor para ganar el combate, milagro atribuido a la Patrona según costa en un exvoto que se conserva en el Santuario.

Condecoración militar que suele llevar en el cíngulo.
Posee también una estrella militar de gran formato que suele lucir en el cíngulo y que fue donación también de un militar cantillanero.

De las demás joyas de la Soledad, destaca un valioso alfiler de finales del XIX en oro blanco y engaste de importantes diamantes, algunos de considerable tamaño y pureza. Un alfiler del siglo XIX elaborado en plata grabada y engastada con diamantes en talla rosa y dos granates color tinto; lo compone un gran pájaro montado por medio de muelles sobre la flecha del alfiler, los muelles producen una continua vibración, y esta potencia el brillo de las piedras. Y una medalla antigua de oro con la efigie de San José que fue donación de una devota.

Un conjunto formado por brazalete y anillo, un fino y elegante juego isabelino realizado en oro blanco y amarillo con engaste de numerosas puntas de diamante y perla natural. Y un conjunto de broche y pendientes realizados en plata sobredorada por Joyería “El Toisón”, donado por Dña. Mercedes Gabriela Tirado Moreno en el 2013.
Alfiler del siglo XIX, en oro blanco y engastes
de diamantes y otras piedras preciosas.

Entre los innumerables encajes y paños para el tocado de la Virgen, destaca una rica mantilla de encajes francés del siglo XVIII; un valioso paño de tul bordado en hojillas; un antiguo tocado de organza bordada en oro y perlas; Una preciosa pieza de encaje francés de principios del siglo XX tejido en hilo de oro; y un rico paño Art Decó de los años 20, realizado en tul de seda natural con decoración geométrica de tachuelas de plata. Igualmente tiene una extensa colección de pañuelos de encajes de diferentes tipos, muchos donados por devotos.

Finalmente destacan varios rosarios entre ellos uno de filigrana de plata dorada, donación de una familia devota y varias pulseras de monedas, cadenas, medallas, cruces, y valiosos broches y anillos que durante siglos han ido ofreciendo los cantillaneros a su excelsa Patrona.