La obra está formada por un conjunto de orfebrería con piezas de los siglos XIX y XX sobre terciopelo de seda carmesí, destaca en el centro un importante sagrario del último tercio del siglo XVIII, que la hermandad conservaba, aunque muy deteriorado.
Ha sido necesaria una profunda restauración, consistente en la limpieza del dorado y eliminación de repintes, reintegración volumétrica, reposición de estuco en las múltiples lagunas y reintegración de dorado, que en este caso se ha hecho con oro fino debido al delicado uso y cercanía que se requiere de la pieza. Como acabado final se ha optado por añadir un tono rojo sobre el que se engastan piezas de orfebrería para integrar todo el conjunto. Enriquecido con elementos de metal en plata y oro con engaste de cabujones de piedras como lapislázuli, jade, ágata o jaspe siendo coronado por una pareja de ángeles en bronce dorado de excelente factura, portan en sus manos los símbolos eucarísticos de espigas y uvas.
A sendos lados del sagrario dos jarras barrocas con asas inician una rica cenefa de hojas de acanto con tallos y flores en plata y dorado, envuelven un resplandor central rodeado de cabezas de querubes: sitio preparado para exponer el Santísimo Sacramento. Finalmente se remata por una bambalina de terciopelo y plata, como el resto de la obra, con el Espíritu Santo en el centro entre rayos dorados y gajos de uvas.
Es, sin duda alguna, una de las restauraciones más importantes y uno de los estrenos más destacados del pasado año junto con la también restaurada peana de plata de Federico Lastortres de 1891, que fue estrenada en octubre de 2019 para la salida extraordinaria de la Santísima Virgen de la Soledad.