En estos días previos al comienzo
de la Cuaresma, la Imagen de la Patrona de Cantillana ha sido ataviada con el
atuendo conocido comúnmente como “de hebrea”. Se compone de saya de color Jacinto
y manto azul, los colores que tradicionalmente se han asociado a la Virgen
María, hasta la proliferación del blanco y azul celeste. Este tipo de
indumentaria nace en la Sevilla de principios del siglo XX de las manos del genio
del bordado, Juan Manuel Rodríguez Ojeda, proliferando a continuación por toda
la geografía. La Virgen de la Soledad fue vestida excepcionalmente por primera
vez de hebrea en 1963 para un estudio fotográfico, siendo ataviada por Fernand
utilizando el traje y el manto cedido por la Esperanza de Triana. Tras ser
vestida algún año en la década de 1990, en la Cuaresma de 2010 estrenó el
actual conjunto con el que viste cada año por estas fechas desde entonces,
abandonando el característico e iconográfico color negro que le es afín.
Dame tu mano, María,
la de las tocas moradas.
Clávame tus siete espadas
en esta carne baldía.
Quiero ir contigo en la impía
tarde negra y amarilla.
Aquí en mi torpe mejilla
quiero ver si se retrata
esa lividez de plata,
esa lágrima que brilla.
Déjame que te restañe
ese llanto cristalino,
y a la vera del camino
permite que te acompañe.
Deja que en lágrimas bañe
la orla negra de tu manto
a los pies del árbol santo
donde tu fruto se mustia.
Capitana de la angustia:
no quiero que sufras tanto.
Qué lejos, Madre, la cuna
y tus gozos de Belén:
- No, mi Niño. No, no hay quien
de mis brazos te desuna.
Y rayos tibios de luna
entre las pajas de miel
le acariciaban la piel
sin despertarle. Qué larga
es la distancia y qué amarga
de Jesús muerto a Emmanuel.
¿Dónde está ya el mediodía
luminoso en que Gabriel
desde el marco del dintel
te saludó: -Ave, María?
Virgen ya de la agonía,
tu Hijo es el que cruza ahí.
Déjame hacer junto a ti
ese augusto itinerario.
Para ir al monte Calvario,
cítame en Getsemaní.
A ti, doncella graciosa,
hoy maestra de dolores,
playa de los pecadores,
nido en que el alma reposa.
A ti, ofrezco, pulcra rosa,
las jornadas de esta vía.
A ti, Madre, a quien quería
cumplir mi humilde promesa.
A ti, celestial princesa,
Virgen sagrada María.
Gerardo Diego