Crónica de la
procesión del Santo Entierro y Ntra. Sra. de la Soledad de Cantillana en 2016.
Pasará a la historia el Viernes Santo de 2016, por la
recuperación en la procesión de la Hermandad de la Soledad, de su carácter de
Santo Entierro oficial como es habitual en la mayoría de ciudades y pueblos de
España, con más motivo aun en Cantillana al tratarse también de la procesión de
la Patrona, por cuyos motivos la hacen comparable a procesiones generales como
la del Corpus Christi. Se recuperaba así también la esencia misma fundacional
de la cofradía que nació a finales del siglo XVI como cofradía penitencial del
Santo Entierro, con la finalidad de representar el descendimiento de la cruz
del Señor en la tarde del Viernes Santo, introducción en el sepulcro y
conmemoración de su Entierro.
Para ello, la Hermandad ha vuelto a sacar a la calle la preciosa urna de estilo rocalla, totalmente restaurada junto con la imagen del Santo Cristo del Sepulcro, igualmente recuperado, formando un conjunto que ha causado gran expectación en el pueblo y la unánime aprobación de los hermanos y cantillaneros en general. Se completaba el paso con la antigua canastilla decimonónica de la urna, dorada y jaspeada al igual que aquella, e iluminada por seis candelabros de guardabrisas. Se remataba la urna con cuatro pirindolas rocallas de nueva factura rematadas por unos fúnebres plumeros de color negro, como era usual en los antiguos carros fúnebres y como esta propia urna llevó en tiempos, según recuerdan los mayores y atestiguan restos encontrados durante la restauración. El Paso del Sepulcro fue portado por una cuadrilla de hermanos costaleros y acompañado por un trio de música de capilla; el exorno floral consistía en una variedad de rosas, astroemelias, statice y lirios, predominando los tonos morados. Así mismo fue escoltado por cuatro faroles de mano, portados por hermanos con túnicas de nazarenos negras de cola recogidas en el brazo, evocando la antigua indumentaria de los populares “judíos”, los grandes ausentes de la procesión, tal como manifestaron muchos cantillaneros.
Junto al Señor en el Sepulcro, la cofradía recuperó la disposición tradicional del Paso del Calvario con la Santa Cruz con sudario y escaleras, escoltada por las figuras de los dos “apóstoles” del madero, San Juan y Santa María Magdalena. Después de veinticinco años volvía a salir el monte o Calvario tallado en madera que sirve de peana a la cruz, una obra, probablemente de 1583 que aparece recogido en el contrato de ejecución de las imágenes y enseres de la cofradía por el escultor Juan de Santamaría, en su momento fundacional. Para ello se ha remodelado con un acertado criterio el anterior paso de misterio que se ha venido utilizando desde 1990 hasta el pasado año, recortándolo en tamaño, mostrando una fase más del dorado en oro fino de parte de su ornamentación en talla, y con los fondos imitando mármoles, así como una filacteria con antífonas alusivas a la adoración a la Cruz, propias de la liturgia del Viernes Santo. Este encantador conjunto iba portado también por una cuadrilla de costaleros y acompañado igualmente por música de capilla. El exorno floral estaba compuesto calas, statice, rosas, matiolas y limonium, cardos, hiedras y espinos; así mismo llamó la atención el rico sudario de encaje que pendía de la cruz.
Estas históricas recuperaciones se completaron con la recuperación también, de un concepto de la cofradía y procesión, mucho más solemne y complejo, pues como es habitual en estos casos, la hermandad convocó a participar en este solemne y Santo Entierro a todas las autoridades, instituciones, hermandades y demás fuerzas vivas de la comunidad parroquial y del propio pueblo; así mismo se introdujeron en el cortejo elementos alegóricos como la Santa Mujer Verónica con la Santa Faz del Señor, y las alegorías de las tres virtudes teologales: la Fe, la Esperanza y la Caridad, encarnadas por cuatro hermanas. Estas figuras eran tradicionales en este tipo de cortejos y así han permanecidos en muchos lugares. Se tiene constancia de que en el Santo Entierro de Cantillana, al menos en el siglo XVIII, el paso del Sepulcro, iba acompañado por armaos y una compañía de niños vestidos de ángeles representando los nueve coros y tres jerarquías angélicas, y presididos por un niño representando a San Miguel, príncipe de las milicias celestiales.
A las siete en punto de la tarde, se abrían las puertas de
la Ermita de la Soledad y se iniciaba esta histórica procesión, principiándola
la hermosa manguilla con la cruz de espejos de estilo rocallas. Antecediéndola
también se recuperó la figura del muñidor de luto, un niño con su indumentaria
de época compuesta por zapatos de charol con hebillas, medias, calzas, jubón,
muceta con el escudo de la cofradía y bonete todo de color negro, indumentaria
inspirada en la de estos menesteres a finales del siglo XVII, fecha de la
campanilla de plata que portaba, que es uno de los enseres más antiguos de la
cofradía, fechada en 1696.
A continuación salieron los primeros tramos de nazarenos,
que portaban el Senatus, y minutos después salía el Paso del Calvario que
avanzó por el porche entre el numeroso público congregado. Continuaba tras el
Calvario las hermandades de esta Villa con sus estandartes y varas, primeros
las de Gloria, después las de Penitencia, por orden de antigüedad; posteriormente
el siguiente tramo de nazarenos y las figuras de las tres Virtudes Teologales.
En el centro la figura de la Fe, y a los lados la Esperanza
y la Caridad, vestidas con túnicas blancas hasta los pies, revestidas con los
colores alegóricos de cada una de ellas, el oro para la fe, el rojo para la
caridad y el verde para la esperanza, así mismo portaban sus atributos: el
corazón para la caridad, la cruz y el cáliz para la fe y el ancla para la
esperanza, así como una rosa roja cada una de ellas aludiendo a la Resurrección
de Cristo.
Seguidamente otro tramo de nazarenos con cirios, antecedía a
la Santa Mujer Verónica escoltada por dos nazarenos portando varas. La Verónica
mostrando la Santa Faz, vestía túnica morada, fajín hebraico, y manto de color
burdeos. El paño que portaba, pintado y estrenado para esta ocasión,
representaba el rostro del Santísimo Cristo de la Agonía, imagen que se venera
con gran devoción en la Ermita y que de esta forma aparece representada en el cortejo.
Detrás, el estandarte de la hermandad de la Soledad escoltado por varas y la
presidencia del Sepulcro.
El Paso del Sepulcro, acompañado por una capilla musical y
escoltado por cuatro hermanos portando faroles, aparecía por las puertas de la
Ermita ante la admiración de todo un pueblo que llevaba años reivindicando el
regreso de este paso. La urna volvía a portar al titular de la cofradía
luciendo el sudario bordado con atributos pasionistas y las potencias de plata
del siglo XVIII. Tras el Sepulcro, el palio negro de respeto portado por los
hermanos mayores de las demás hermandades de penitencia y el presidente del
grupo parroquial de la Sagrada Entrada en Jerusalén.
Continuaba un convite de representaciones de distintos
estamentos e instituciones de la Villa portando cera blanca y con trajes
oscuros y corbatas negras, iniciándolo los hermanos mayores de las tres
hermandades de Gloria, a continuación representantes de las distintas
pastorales de la Parroquia: Catequesis, Pastoral de enfermos, Caritas
Parroquial, Adoración Nocturna etc.
Posteriormente se incorporaba la Corporación Municipal en
pleno, encabezada por la bandera de la Villa, portada por el concejal más
joven, y cerrada por las primeras autoridades, Alcaldesa, Juez de Paz,
Comandante de Puesto de la Guardia Civil y jefe de la Policía Local.
Continuaba la bandera del Patronazgo de la Santísima Virgen
escoltada por dos varas y un tramo de nazarenos con cirios, el libro de reglas
escoltado también por varas y la presidencia de la Cofradía y del Paso de la
Santísima Virgen, formada por el Párroco y Director Espiritual, el Teniente
Hermano Mayor en representación del Hermano Mayor que por enfermedad no estuvo
presente, y algunos miembros de la Junta. El Teniente Hermano Mayor portaba la
vara dorada y al cuello la llave del Sepulcro, como símbolo del Sagrario vacío
que ese día representa el Santo Sepulcro.
Cerrando el cortejo, como siempre, la augusta y excelsa
Patrona de Cantillana en su portentoso Paso de Palio, precedida de cuatro
acólitos con dalmáticas negras portando ciriales, y acólitos turiferarios. A
los sones del Himno Nacional e iluminada por los últimos rayos del sol, la
Virgen fue recibida por el aplauso de su pueblo, que seguidamente cantó al
unisonó la marcha María Soledad de
Gabriel Ríos Amores.
La Virgen de la Soledad se mostraba ataviada con la saya
tradicional del Viernes Santo, bordada en oro a finales del siglo XIX, la media
luna de plata del siglo XVIII, la magnífica corona decimonónica de plata dorada
de M. Palomino, y el tocado de encaje francés sobre el que lucía el puñal de
plata enriquecido con broches y varias joyas de las más destacadas de su ajuar.
Junto al hombro lucía la Medalla de oro de la Villa otorgada en 1995 por el
excelentísimo Ayuntamiento de Cantillana a la Patrona y en la delantera del
paso el ángel de plata portaba el bastón de mando que le fue impuesto en el
2005 como Alcaldesa Mayor Perpetua. La corona de espinas de plata y piedras
preciosas y los clavos que portaba en sus manos, completaban su iconografía. El
manto juanmanuelino, la mayor joya de bordado de Cantillana, con un
incuestionable valor histórico artístico y sentimental cubría a la Santísima
Virgen como viene haciendo desde 1930. El paso lució un bellísimo exorno floral
compuesto por rosas de Ecuador, de color blanco.
La Banda de Música Nuestra Señora de la Soledad, acompañó
durante todo el recorrido a la Virgen, que bajó la avenida que lleva su nombre
hasta el centro del pueblo, donde llegó ya de noche con la candelería encendida
y acompañada en todo momento de gran cantidad de devotos. Una de las imágenes
más bellas del día la propició el cortejo bajando la “calzá” entre multitud de cantillaneros que llenaron
las calles en uno de los día más grandes del calendario.
Tras pasar la procesión por la plaza del Llano se adentró en
las calles del casco antiguo, propiciando momentos más íntimos y de mayor
recogimiento. La banda de música interpretó detrás de la Patrona marchas como Dulce Nombre de Lerate, Jesús de las Penas, Procesión de Semana Santa en Sevilla, Mater Mea, Sevilla Cofradiera
o Macarena de Cebrián. Con la marcha La Virgen de Sevilla avanzaba por la
calle de la Iglesia buscando la puerta principal de la Parroquia, donde entró
sobre las diez y cuarto de la noche, aguardando ya dentro los otros dos pasos
de la cofradía iluminados con la luz de las velas en un templo totalmente en
penumbra como corresponde a la Liturgia del Viernes Santo. La Imagen del
Santísimo Cristo de la Misericordia se encontraba en el presbiterio expuesta en
besapie extraordinario con motivo del Año de la Misericordia, procediéndose a
la adoración a la Cruz por parte de aquellos que participaron en la procesión.
Poco antes de las once de la noche, la cruz de guía de la
cofradía se ponía en la puerta para emprender el regreso, desprovisto del
protocolo que hasta la Iglesia había mantenido la Cofradía. La salida del Paso
del Sepulcro fue uno de los momentos más brillantes de la noche, la Banda de
Música interpretó la marcha ¡Una lagrima!
De Roig, y tras un tiempo en que sonaron tambores destemplados con los que los
presentes evocaron los entrañables “judíos”,
enfiló la calle con la marcha A la
memoria de un maestro de Moreno Pozo.
Poco después hacia su salida el paso de la Patrona a los
sones de la marcha Valle de Sevilla,
como es costumbre, numerosos devotos acompañaron durante el regreso a la Virgen
que recibió la oración en forma de saetas en varios lugares. Con la magistral
marcha Virgen del Valle y Margot se acercó hasta la Plaza de la
Misericordia. Tras interpretarse la marcha Quinta
Angustia, sonó la marcha Amarguras,
con la cual bajó el callejón del Caco hasta la calle Castelar. La entrada en
Martin Rey la hizo con Danos la paz,
y ya fue abandonando el casco antiguo hasta la Avenida de la Soledad, donde se
pudo escuchar entre otras, las marchas la
Esperanza de Triana de López Farfán, Triana
tu Esperanza de José de la Vega o Como
tú ninguna.
Sobre las dos de la madrugada, con los dos primeros pasos colocados en el crucero de la Ermita, tras una jornada histórica y arropada por su pueblo, la Virgen se posaba ante las puertas de su Santuario donde tras la tradicional puja de las maniguetas; hizo su entrada, siendo interpretada en el interior del Templo la marcha la madrugá de Abel Moreno, poniéndose fin a un día grande desde por la mañana en que las puertas del Santuario se abrieron de par en par para recibir a los miles de cantillaneros que durante todo el día se acercaron a visitar a su Madre.
Sobre las dos de la madrugada, con los dos primeros pasos colocados en el crucero de la Ermita, tras una jornada histórica y arropada por su pueblo, la Virgen se posaba ante las puertas de su Santuario donde tras la tradicional puja de las maniguetas; hizo su entrada, siendo interpretada en el interior del Templo la marcha la madrugá de Abel Moreno, poniéndose fin a un día grande desde por la mañana en que las puertas del Santuario se abrieron de par en par para recibir a los miles de cantillaneros que durante todo el día se acercaron a visitar a su Madre.