miércoles, 4 de febrero de 2009

Historia de la Hermandad



La hermandad de la Soledad es una de las instituciones más antiguas y señeras de Cantillana, tras más de cuatrocientos años de historia es heredera de un importante legado histórico, artístico y devocional que el pueblo de Cantillana ha forjado a través de los siglos en torno a su querida patrona.

El origen de la cofradía se sitúa en la segunda mitad del siglo XVI, siendo bastante confuso, al no encontrarse más datos que un  contrato con el pintor Juan de Santamaría fechado en 1583. La devoción secular de los cantillaneros a la Virgen de la Soledad, a la que desde tiempo inmemorial acudieron en busca de su patrocinio en los momentos más difíciles, encontrando siempre en Ella, su consuelo y su maternal protección dio lugar a la leyenda que explica su origen y la ubicación de su Santuario en un lugar distante de la población.

Según la tradición, trasmitida de padres a hijos, la imagen de la Virgen llegó a Cantillana procedente de Sevilla, en un barco a través del río Guadalquivir y una vez en el lugar de la Alameda, fue montada en una carreta y después de atravesar el pueblo, siguió el antiguo camino del Pedroso. Al llegar al lugar donde se ubica la ermita, dicha carreta fue atrapada por el barro, no habiendo fuerza humana capaz de ponerla en movimiento. La sencillez de la gente de Cantillana pensó que la imagen deseaba que en aquel lugar se le rindiera culto.

Lejos de la popular leyenda, el origen de la Hermandad hay que buscarlo en la popularidad y la devoción que alcanzó la sevillana cofradía de la Soledad del convento casa grande del Carmen ―hoy en la Parroquia de san Lorenzo―y que propició la fundación de hermandades similares en pueblos y ciudades de toda Andalucía y del resto de España. Su forma de concebir la celebración de la Muerte, Entierro y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo  con el sermón del descendimiento y la procesión del Entierro influye notablemente en la fundación de la Hermandad de la Soledad de Cantillana, que se constituye con el fundamento de conmemorar la Muerte del Señor.

Se ha mantenido por tradición que los Condes de Cantillana ― los Vicentelo de Leca―, fueron impulsores directos de la Hermandad y fueron bienhechores de la misma, aunque no costa documentalmente que fuesen promotores de su la fundación,  consta que los Condes fueron hermanos de la Cofradía desde 1614 hasta el siglo XVIII.

El documento más antiguo que posee la hermandad, es de 1583 y se trata de un contrato que realizan en la ciudad de Sevilla, Martín Blasco, mayordomo de la hermandad y Juan de Santamaría, pintor de imágenes, en que el primero se compromete a pagar sesenta ducados, por la ejecución de varias imágenes entre ellas el Cristo yacente con los brazos articulados para poder realizar el acto del descendimiento y otras tallas como un Cristo resucitado, la cruz del calvario, un san Juan, cuatro ángeles pasionarios (de los que solo se conservan dos) y una imagen de la virgen de vestir. Por este dato se constata que la hermandad  esta fecha ya está constituida y bien organizada.

Con estos datos se sitúa el origen de la Cofradía establecida en la ermita de san Sebastián, extramuros de la población, realizando cada Viernes Santo el sermón del descendimiento y posterior procesión del entierro con varios pasos y el domingo, celebraba la Resurrección del Señor. Muy pronto la Santísima Virgen de la Soledad ocupa un lugar preeminente entre las devociones del pueblo y la clase más notable e influyente de la sociedad cantillanera es la que rige durante toda la edad moderna los destinos de la cofradía que aparece en sucesivos documentos de los siglo XVII y XVIII como propietaria de infinidad de casas, tierras de labor y molinos, con las rentas que dejaban los alquileres de las mismas se sufragaban los gastos de la procesión del viernes Santo.

Durante estas centurias, la corporación se va haciendo de un importante patrimonio para el culto de sus imágenes, en los libros de visitas del XVII queda reflejado el estado de la ermita de san Sebastián a extramuros del pueblo cuyo altar está con mucha decencia al ser muy venerada la imagen de la Soledad. En la antigua ermita, la Virgen era venerada en una hornacina protegida por un cristal. La procesión se iniciaba con el rito del descendimiento de la imagen articulada del Cristo,  que una vez presentada a la Virgen era introducido en su Sepulcro para iniciar la procesión. En esta participaba  gran número de hermanos y devotos los hermanos más destacados tenían el privilegio de portar las insignias o la campana que abría el cortejo. Se tiene constancia de un pleito con la Hermandad de la Santa Caridad―dedicada al entierro de sus cofrades― por portar las andas del Sepulcro, privilegio que correspondía a los hermanos soleanos, todo ello se subsano colocando a la Hermandad de la Caridad en un lugar cercano al paso en el orden de la procesión.

Esta contenía numerosos elementos alegóricos y representaciones, entroncando con la espiritualidad barroca del momento, así encontramos las banderas arrastradas, las cajas o tambores roncos tocadas por los judíos, o los ángeles representativos de los nueve coros encabezados por el arcángel san Miguel. El itinerario que seguía era prácticamente el mismo que en la actualidad, pero al regreso quedaba el Sepulcro en la Ermita de la Misericordia. El domingo de Resurrección se regresaba a la Ermita con la Imagen del Señor Resucitado que puede relacionarse con el que menciona el libro de visitas de 1674 y que estaba en la Ermita de la Misericordia estando en mal estado. Esto podría obligar a prescindir de esta en aquella fecha y celebrar la Resurrección con la Imagen del Niño de Dios de la cofradía del Dulce Nombre establecida en dicha ermita.
En 1722, se incorpora a la procesión la Imagen de Santa María Magdalena, llegando a contar la misma con cinco pasos: El Calvario con la cruz triunfante, san Juan, la Magdalena, el Sepulcro y la Santísima Virgen bajo palio. En el siglo XVIII la cofradía alcanza máximo esplendor; La Virgen de la Soledad es sacada en varias ocasiones en rogativas por calamidades y sequias y en 1763 estrena un rico palio con letras de plata que se mantuvo hasta principios del siglo XX; también en la segunda mitad del XVIII se estrena el actual Sepulcro de estilo rocalla que supone una de las piezas más significativas del patrimonio actual.

Una figura clave en la historia de la Hermandad de la Soledad de Cantillana es el presbítero José Velásquez, mayordomo de la cofradía en las últimas décadas del siglo XVIII. Años antes, la ermita  sufrió numerosos desperfectos y las imágenes se trasladan al templo parroquial. Comienza entonces la construcción de la actual ermita,  José Velásquez supo encauzar la idea y para ello se levantó un  templo de mayores proporciones concebido en la estética imperante en el momento, el estilo neoclásico que confiere al nuevo templo una armoniosa unidad estilista. Una vez finalizada la construcción y terminado el retablo mayor y el camarín de la Virgen, el 17 de febrero de 1794,  se trasladaron las imágenes al nuevo Santuario. Para la ocasión, la santísima virgen estrenó un magnifico manto y saya de terciopelo negro. Se celebró una grandiosa procesión desde el templo parroquial hasta la ermita donde acudió el pueblo en masa, en la misma participaron las autoridades civiles, militares y religiosas del pueblo, el cabildo municipal, el clero y la comunidad del convento de San Francisco. En la procesión se tiraron salvas y el vicario de la Villa, dio paso a la bendición, la cantidad de personas, no solo de Cantillana, sino de pueblos vecinos, no pudieron entrar en el templo, permaneciendo en las puertas del mismo aclamando a la Santísima Virgen.

Durante el siglo XIX el fervor del pueblo de Cantillana por su patrona queda manifestado en las rogativas de 1826, trasladándose la imagen de la Virgen a la Parroquia por espacio de ocho días; no obstante la Hermandad a finales de la centuria sufre un pequeño altibajo pero resurgió con muchísima fuerza y vitalidad, aprobándose nuevas reglas en el año 1891, quedando agregada a la venerable orden tercera de los siervos de María de Roma por deseo de sus hermanos de vivir la espiritualidad servita y beneficiarse de las gracias concedidas.

Desde tiempo inmemorial la santísima virgen de la Soledad fue considerada abogada y patrona de Cantillana, como consta en numerosos documentos, pero es en 1919, y a instancias del clero parroquial y del ayuntamiento cuando se eleva petición a la Santa Sede para que reconociera el patronazgo de la virgen María bajo el titulo de Ntra. Sra. de la Soledad en esta villa de Cantillana. Dicho reconocimiento canónico se hizo público en la función de los Dolores Gloriosos del siguiente año revistiendo esta celebración una brillante solemnidad.

En estas primeras décadas del siglo XX el patrimonio de la hermandad se fue renovando y así en 1929 se adquiere a la Hermandad de los Panaderos de Sevilla el palio y el manto de Rodríguez Ojeda que utiliza la Virgen cada Viernes Santo. Como hecho curioso hay que destacar la valentía de los cazadores del pueblo que se situaron con sus escopetas delante del Santuario en la guerra civil de 1936, impidiendo así que la milagrosa imagen de la Virgen y su santa casa fuesen destruidas.

Finalizada la guerra civil, el 27 de abril de 1939, la imagen de la patrona recorrió triunfalmente las calles de su pueblo en una solemne procesión de acción de gracias, rodeada de una inmensa multitud. Años más tardes, en 1956, el paso de palio de la Virgen de la Soledad deja de ser portado por maniguetas para ser llevado por costaleros, siendo la primera imagen de nuestro pueblo que lo hace de esta forma.
En 1968, un terremoto daña considerablemente la ermita que tiene que ser restaurada, por tal motivo, la hermandad se traslada provisionalmente a la Iglesia Parroquial donde la imagen de la virgen fue venerada en la capilla del Sagrario. En 1973 finalizaron las obras, y el 19 de marzo de ese año la virgen es trasladada a su santuario, asistiendo a la procesión el carden Bueno Monreal que procedió a la bendición del Templo, para ello la Virgen salió en el paso de Nuestro Padre Jesús Nazareno llevada a hombros de sus hijos.

En 1990, son aprobadas las nuevas reglas de la cofradía la que obligaba a salir nazarenos en la procesión. Ese mismo año la junta de gobierno de entonces toma la desafortunada iniciativa de sustituir los antiguos pasos del sepulcro y el calvario por un paso de misterio en el que se representaba el traslado al sepulcro, esté salió desde ese año hasta 1993. Al año siguiente la cofradía volvió a recuperar de alguna forma los elementos seculares de está, con la incorporación de las imágenes de san Juan, la Magdalena, el señor y la cruz con el sudario y las dos escaleras.

El 24 de Noviembre de 1995, el pleno del ayuntamiento acuerda por unanimidad conceder la medalla de oro de Cantillana a su patrona. El 1 de mayo de 1996, la Santísima Virgen de La Soledad, recorrió las Calles de Cantillana en procesión extraordinaria tras un triduo celebrado en la Iglesia Parroquial, en el trascurso de la misma, en la plaza del Llano tuvo lugar el acto de imposición de la condecoración municipal.
Desde esta fecha, la hermandad comienza un largo proceso de conservación de su patrimonio efectuándose en 1996 nuevas obras de restauración del Santuario, posteriormente la restauración del manto de camarín y sobretodo el de salida en el 2004, constituyen las restauraciones de más envergadura. En esta última, se devolvió todo su antiguo esplendor a la pieza, considerada la principal obra de bordado de Cantillana, su puesta en valor posibilitó que el pueblo apreciara aun más la calidad de esta pieza única. En los últimos años de la primera década del siglo XXI se ha remozado las sacristías del Santuario, recuperándose las pinturas de estas y de las escaleras del camarín.

El último hito en la historia de la corporación, vino a refrendar el vínculo del pueblo y del ayuntamiento con su excelsa patrona en un acto de gratitud por tantos favores recibidos durante cinco siglos. Así el 17 de diciembre de 2005, la Santísima Virgen de la Soledad es nombrada Alcaldesa mayor perpetua de la villa de Cantillana, celebrándose una función solemne e imponiéndole el Sr. Alcalde la vara de mando de tan honroso titulo. Los actos culminaron con una procesión extraordinaria el 18 de diciembre, en la cual participaron todas las hermandades y autoridades municipales, apareciendo las calles del itinerario profusamente exornadas y quemándose multitud de cohetes festejando tan grata jornada.